Capítulo 220
Capítulo 220
Capítulo220
Acto seguido, Alejandro rodeó su cintura con el brazo izquierdo y lentamente le ajustó el cinturón
de seguridad.
Clara apretó los dientes y retiró su mano con desagrado, preguntando con desdén: -¿A dónde
pretendes llevarme?
-Anoche acordamos que hoy irías a mi casa a recoger tus cosas–respondió Alejandro, soltándola
y agarrando el volante con calma.
-Hoy definitivamente iré, no tienes que hacer esto–insistió Clara.
-No te creo–afirmó Alejandro.
Arrancó el motor del coche y la miró de reojo, diciendo: -Eres demasiado buena mintiendo,
demasiado hábil en el engaño. Desde que nos casamos hace tres años, ¿cuántas veces me has
engañado? ¿Hay una sola verdad en lo que me dices?
-He dicho muchas verdades–respondió Clara con una sonrisa fría. -Pero si tú dices que no las
hay, entonces no las hay. No me importa.
Alejandro sintió un escalofrío recorrer su pecho, como una bala que atraviesa un agujero.
Alejandro lamentó lo que había hecho antes con ella.
El Ferrari rugía a toda velocidad por la carretera mientras los hermosos paisajes retrocedían
rápidamente.
Clara sabía que ya no podría escapar. Entonces, decidió ir con él a recoger sus cosas. Cruzó los
brazos y ajustó el respaldo del asiento, cerrando los ojos cómodamente. No quería mirar a
Alejandro.
-Lamento lo ocurrido–dijo Alejandro apretando el volante con fuerza.
-¿Qué ha ocurrido?-preguntó Clara. Se dio cuenta de que después de divorciarse, él había
cambiado mucho, antes era terco como un burro y ahora aceptaba sus errores sin problemas.
¿Cómo lo educó Beatriz?
-Antes no sabía que Diego era tu hermano–admitió Alejandro, mirándola de reojo.
-El desconocimiento no es un pecado. Te perdono–respondió Clara con indiferencia.
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-Pero, ¿por qué no me lo explicaste entonces?– Alejandro la miró de lado mientras apretaba sus
delicadas mejillas.
-¿Crees que si te hubiera dicho que Diego es mi hermano, me habrías creído?-preguntó Clara con
la cabeza en alto.
Él se atragantó.
Clara negó con la cabeza y dijo con calma: -En este mundo, las chicas siempre son vistas con
malicia. Si no fuera hermana de Diego, si fuera Irene, tú y miles de personas solo pensarían que
soy una mujer desvergonzada y ambiciosa que se lanza a los brazos de un millonario. Excepto por
las personas a quienes amo y me importan, nunca me ha importado lo que otros piensen de mí.
Alejandro palideció y apretó el volante hasta que crujieron sus articulaciones.
Eso significaba que ella ya no lo amaba, que ya no le importaba. Copyright by Nôv/elDrama.Org.
Era comprensible, después de todo, ambos ya estaban divorciados, pero Alejandro se sintió muy
mal.
Continuaron en silencio durante un rato. De repente, Alejandro preguntó: -Tu hermano mayor se
llama Diego, el segundo es Javier, ¿y el tercero se llama Juan? ¿Por qué lleva el apellido de tu
madre?
—Alejandro–Clara abrió los ojos de repente, con una mirada gélida. —Investigar a mi familia ha
cruzado mi línea límite.
Alejandro abrió ligeramente los labios, pero Clara lo interrumpió: -Si me fuerzas una y otra vez, lo
soporté todo este tiempo porque soy la señorita Pérez de la familia Pérez. Recibí una educación de
élite y soy una persona con dignidad y clase. No quiero pelear contigo en público, eso no sería
apropiado. Pero si vuelves a poner tus garras en mi familia, no importa quién seas, no te detendré
hasta que entiendas. Cuidate.
Los labios del hombre se apretaron, mientras sus dedos bien cuidados casi perforaban el volante
de cuero. -No busqué específicamente información sobre él–explicó.
-La última vez que nos enfrentamos, sentí que su apariencia y habilidades me resultaban muy
familiares. Luego, revisé el álbum de graduación de la academia militar y encontré su foto.
Recordé que en realidad fuimos compañeros de clase.
Clara, como una niña enfadada, desvió la mirada hacia afuera de la ventana, ignorándolo por
completo.
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Alejandro la miró de reojo y tomó su teléfono para llamar a César, poniéndolo en manos libres.
-¿Hola, Alejandro? ¿En qué puedo ayudarte?-respondió rápidamente al otro lado de la línea.
-Prepara un par de zapatos de tacón alto para la señorita Clara, selecciona un par de marcas de lujo que se ajusten a su estilo y envíalos a Villa Mar–ordenó Alejandro.
Clara se sorprendió y miró lentamente al hombre, que mostraba una calma imperturbable.
Esas marcas eran precisamente las que ella solía usar.
-¡Por supuesto! ¡Me pondré en ello inmediatamente para la señora!-exclamó César, emocionado
por la tarea asignada.
Alejandro bajó los párpados fríos y blancos mientras miraba sus pequeños pies. Su mirada se
intensificó: -No te equivoques al elegir.
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